PARTE I: Atenas
Geográficamente, al menos, estas dos
capitales europeas no están del lado que conocemos como la Europa occidental, y
eso, sin duda, se nota, porque en ambas hay características y peculiaridades
fuera de una cierta uniformidad que lo llamado modernidad occidental le ha
teñido a todo lo que hace parte de sus feudos.
Ahora bien, este texto aborda la
visita a estas ciudades como turista a finales del mes de octubre, al final de
la temporada de verano, y justo ad portas de la temporada de invierno.
Esto tiene ventajas y desventajas, pero haciendo las sumas y las restas, tal
vez sea mejor esperarse al primero de noviembre y disfrutar de un turismo menos
abultado de curiosos y a precios a entradas a museos, iglesias, castillos y
sitios históricos a un precio que pueda caer a la mitad. Lo negativo es que en esta fase del año cada
nuevo día es una incerteza, y aún en la más cálida Atenas puede presentarse un
tiempo menos ameno. En esta entrada tampoco me propongo escribir el típico
texto de sugerencias y recorridos turísticos y sí más bien una serie de
impresiones que pueden servir para quien tenga en sus planos estas ciudades.
Atenas
Atenas es una ciudad de
contrastante. Para algunos puede ser encantadoras y para otros puede ser
estresante, una ciudad donde los monumentos más antiguos se codean con la
hirviente realidad del ahora: turismo desenfrenado y desorden citadino. Para
quien le gusta la historia, más allá de la pose y el pavoneo en las redes
sociales, Atenas puede ser una ciudad mágica que tiene mucho para ofrecer: La
Acrópolis con su Partenón y todos sus templos, las ágoras, el arco de Adriano,
y tanto más que puede encontrarse en cualquier guía, pero hay que tener en
cuenta que los turistas atestan los lugares, seguramente por ser conscientes
que son los últimos días de una temporada veraniega que está por irse.
Sobre la comida, si bien es muy
elogiada, lo cierto es que verdadera comida griega, más allá de los famosos
giros (un tipo de pan pita envuelto, relleno con pedazos de carne y papas
fritas) básicas versiones de la musaka y varias ensaladas, debe buscarse en los
barrios más sosegados, donde pueden apreciarse platos más autóctonos y hechos
con la paciencia de la buena comida.
En cuanto a Atenas urbanísticamente
hablando, un cierto desorden de otras latitudes menos enmarcadas en el orden
occidental convive en la ciudad de los dioses, y se puede identificar de
diferentes formas, pero dos han llamado mi atención por tener una similitud con
ciudades de territorios que la intelectualidad cultural de occidente llamó como
“Tercer mundo”.
Estas dos son:
-En muchos barrios de Atenas la
acera que separa la calle de las entradas de las casas no mantiene una igualdad
entre ellas, hay desniveles entre una residencia y otra y en algunos casos no
se mantiene el mismo material de la acera.
-El cableado público. En muchos
barrios de Atenas, incluso en algunos turísticos los postes están cubiertos con
cables de electricidad y de otros servicios como fibra o telefonía, atravesando
de una calle a otra, creando una contaminación visual.
Pero es claro que Atenas es mucho
más que lo dicho anteriormente. Atenas es una caja de sorpresas donde convive
la esencia del pueblo heleno con muchas otras culturas e influencias. Más de
dos mil años de historia se mezclan con la moderna Atenas de modernos edificios.
Una ciudad donde el griego se resiste a ser dejado atrás ante el obligatorio
inglés en el que se tiene que promocionar la ciudad para hacerle atractiva
turísticamente hablando.
Sin ánimo de ser una guía turística,
este texto propone una mirada menos complaciente para visitar Atenas a finales
de octubre.
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