Su voz es un trueno, su vitalidad está intacta y su amor por Barranquilla sigue encendido como un gran tizón al rojo vivo. Quien simplemente oye su voz sin verlo no se imagina que Alfredo de La Espriella tenga 87 años.
Para quienes no saben (para algunos será un dato relevante, para otros un dato menor) el gran historiador de Barranquilla nació en Ciénaga, Magdalena, aunque esto en nada ha impedido que sus mayores esfuerzos se los haya dedicado a la “puerta de oro de Colombia”; así lo confirma Rodolfo Zambrano Moreno, su amigo y compañero de causas culturales, quien asegura que siempre el interés del ilustre ha sido el servicio a la comunidad barranquillera.
Su conocimiento sobre Barranquilla no solo es producto de sus investigaciones,también se debe a su propia vivencia, pues desde muy niño fue acumulando en su memoria privilegiada diferentes acontecimientos de la ciudad que ha plasmado en crónicas y testimonios. Cerca de ser un nonagenario sigue teniendo recuerdos intactos que producen la admiración de muchos, por los detalles con que los cuenta.
Si Barranquilla tiene 200 años, Alfredo De La Espriella tiene más de un tercio de ellos vividos en su propia piel. Da testimonio presencial de casi todos los personajes que influyeron de una u otra forma en la ciudad. Desde cuando era mozalbete y venían las zarzuelas y operetas a los teatros insignes de la ciudad, pasando por García Márquez y la época del grupo de La cueva. Incluso fue amigo de la gran poeta Meira del Mar, y de Esther Forero, de quien considera que “como ella no ha habido una compositora en el país”.
Pero su vida no solo ha sido la de historiador. Hizo estudios de teatro en Argentina y también de autos sacramentales en España. Además escribió para la prensa y vivió con intensidad los procesos de la radio y el teatro en la ciudad.
Justamente de sus vivencias en el país europeo, le nació el sueño de establecer lo que hoy en día, sin duda, es una proeza de la cultura y la historia en Barranquilla: El Museo Romántico “La idea de hacer el museo Romántico surgió porque en España hay museos de todo tipo de cosas, y yo pensé que Barranquilla debía tener uno de su historia romántica”, dice Alfredo, sin embargo la acogida de su proyecto no fue fácil, pues la gente le cuestionaba que tenía Barranquilla de romántica, que para qué hacer eso en la ciudad, si Barranquilla no tenía nada que mostrar. “Me decían que si yo era “marica”, que para que me iba a meter en eso, que mejor vendiera esa casa que me habían regalado para el museo. Y bueno yo creo que era o soy “marica”, porque allí está el museo todavía”.
Con ese mismo tesón y deseo de ir contra la corriente es como De la Espriella ha difundido la historia de Barranquilla. Junto a esta entrega se suma su negativa al lucro, lo confirman anécdotas como la recordada por Jose David Cortissoz, encargado del área de cinematografía en la Secretaría de Cultura de la Gobernación del Atlántico, quien recuerda que Alfredo, una vez rechazó una cantidad increíble en miles y miles de dólares que le ofrecían desde Venezuela por una medalla que él historiador conservaba en el museo. “Es que sin duda, Alfredo de la Espriella es un Quijote que pelea con molinos de adversidades para sacar adelante sus proyectos”, confirma Jose David. Al igual que en esa ocasión en la que se negó a recibir dinero por una labor que él considera un compromiso social, se pueden citar muchas, entre esas, haberse opuesto a recibir un apartamento que querían regalarle, o un pago que quería hacerle el presidente de un club por haberle servido con su archivo fotográfico y en la redacción de unos textos. Desde esta postura su posición es infranqueable, lo deja claro Rodolfo Zambrano cuando sostiene que el historiador permitió que su archivo documental fuera digitalizado por el Departamento del Atlántico, con la exigencia que le hizo al gobernador Eduardo Verano, de que NUNCA sería usado para aprovechamiento comercial, sino para información en bibliotecas, universidades o archivos con acceso al público general.
Y es así, con esa misma convicción se le puede encontrar en el museo al que le ha dedicado inagotables energías para preservar la memoria de Barranquilla, caminado sus pasillos con su habitual guayabera blanca, aunque a veces siente con esa razón que solo dan los años, algunas decepciones por la dejadez con que se asumen las cosas en la ciudad que él ama.
Ha estado por muchos lugares del mundo, pero siempre pensando en esa ciudad que lo adoptó y que él asumió como la suya. Por eso le pesa decir que muchas cosas que hay en el Museo Romántico sean de extranjeros y que también que sean muchos de esos extranjeros quienes más valoren la historia de la ciudad. “Por ejemplo: antes en la ciudad se valoraba mucho el teatro, que es un arte. Hoy es algo esporádico y limitado” dice De La Espriella con la nostalgia de una Barranquilla de antes.
-Pero entonces…¿por qué sigue su dedicación a preservar la memoria de Barranquilla?
Y él toma aire y responde “porque mi principio es el culto a la ciudad, además acá se gestaron tres hitos nacionales que nos debe hacer sentir orgullosos: La navegación por el mar y por río y la aviación. Lo demás se podrá discutir pero estos tres hitos son solo de Barranquilla”.
Quizá por eso y siguiendo esa frase de Charles Dickens "este es un mundo de acción, no de quejas y lamentos” es que Alfredo de la Espriella cada día se levanta dejando la página atrás y piensa de qué manera puede servir a la ciudad: con sus archivos de fotos, que como él mismo dice "hace santo y ayuda para publicarlos en libros que entrega a las bibliotecas, para que la memoria de la ciudad siga viva"; o con sus conversatorios que realiza, o con su presencia en el museo, que es uno de los mayores archivos históricos de la ciudad.
Por eso y por mucho más, y porque las ciudades de alguna manera son las personas que las habitan y trabajan por ella, es que Alfredo de la Espriella también es Barranquilla.
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