Kóblic: entre el policial y el western

Entre el policial y el western en la época de la dictadura argentina.

El director Sebastián Borensztein ha regresado, después del éxito de Un cuento chino a la pantalla grande con una película que tiene del policial (género bien explotado en los últimos años en la cinematografía argentina: El secreto de sus ojos, Tesis sobre un homicidio, entre otras), pero que también tiene del género western. 
La película gira en torno a la llegada de Tomás Kóblic (Ricardo Darín), ex capitán de la Armada en la época de la dictadura argentina a un paupérrimo pueblo: Colonia Elena, donde impera la ley de comisario Velarde (Óscar Martínez), quien abusando de su poder, tiene el control de la población, infundiendo el miedo. En este pueblo Kóblic acude donde un veterano amigo, también piloto para trabajar en vuelos de rutina de fumigación de campos. Pero en su primer vuelo el avión falla y en un inesperado aterrizaje en la carretera se conoce con el Velarde, quien coloca su interés en ese forastero. 
Por medio de flashbacks nos iremos enterando que Kóblic era piloto de “los vuelos de la muerte”, denominados así porque se arrojaban vivos al mar o al Río de la Plata a los detenidos-desaparecidos durante aquel oscuro periodo del país sudamericano.
Colonia Elena, por su pobreza, por su abandono, por el dominio sin ley de un comisario, por sus compinches, y hasta por aquella casa nocturna podría considerase como el escenario de un pueblo al mejor estilo de un western. 
Es así que nos encontramos con este lugar donde sus habitantes no tienen muchos ideales ni objetivos de vida, y que no más pasan los días de sus monótonas vidas. Es así que expiando al forastero el atendente de una oficina de correos se entera que el nuevo habitante es un militar (ha visto su documento). 
Como todo pequeño pueblo, todo el mundo se conoce, y solo hay una tienda y un puesto de abastecimiento. Y es en el único puesto de gasolina que el protagonista conoce a Nancy (Inma Cuesta), y desde el primer momento se evidencia la atracción del uno por el otro. 
El contacto de Kóblic con Nancy causará el detonante de su persecución por el comisario Valverde, quien antes (tras una imprudencia del atendente se entera que Kóblic es militar) le había comenzado un seguimiento, obligando a los habitantes a ser informantes de su plan de espionaje. Aparecerá en la historia Omar, un oscuro y violento hombre, que tiene una relación tormentosa con Nancy. 
La tensión de no saber quién es quién, traerá desenlaces fatales en un pueblo en relativa paz. Los bandos quedarán divididos y empezaremos a saber de qué lado está cada cual. Y aunque de alguna manera el espectador presienta lo que va a suceder, ahí radica lo valioso de la película: esa capacidad de mantener la tensión, de alargar el momento y sacarle lo evidente a lo que ya parecía un hecho. 


Guiños al western y al cine negro


La trama misma de la historia y hasta el desenlace ya son por sí un homenaje al western, género cinematográfico, que tuvo su auge en los filmes italianos de la década de los 60s y 70s (westerns espaguetis), también inmortalizados por Clint Eastwood. De igual forma hay guiños al género en los planos abiertos de los magistrales campos de la pampa, en las escenas a caballo de Inma Cuesta, en las imágenes de un pueblo abandonado y hasta en una de las escenas finales donde Kóblic, vestido de oficial, se encuentra cara a cara a la puerta de la comisaría con Valverde. Pero también hay guiños al cine negro, sobre todo en ese rol que el Capitán Kóblic asume, el de un derrotado que se enfrenta contra su pasado, que va enfrentando solo a todos sus atacantes. Y también en la división de buenos y malos, y hasta en la maltratada Nancy, que enfrenta su realidad con coraje. 


Actuaciones. Fotografía


Hay momentos magistrales de interpretación entre Ricardo Darín y Óscar Martínez. Por algo son quizá dos de los más reconocidos actores de la actualidad del cine hispanoamericano, y porque no, mundial (Óscar Martínez ganó la Copa Volpi en la última edición del Festival de Venecia por El ciudadano ilustre). Atrás no se queda Inma Cuesta, la actriz española de gran suceso en el cine español. 
Por su parte, Ricardo Darín y esto no es ninguna novedad, es garantía para toda película. Cuando los espectadores saben que este se encuentra en el reparto acuden a verla. Esto no es casual, Darín escoge muy bien sus guiones, y siempre se ve un maridaje ideal del actor con la historia como si estuviera hecho el uno para el otro. El resto del reparto tampoco desentona, hecho que garantiza la calidad interpretativa de la obra, que sumado a una fotografía que por momentos es sublime ( con poéticos claroscuros, puestas de sol, cielos rojizos, dorados horizontes) nos sumerge en el estado de alerta de Kóblic, pero también en el de un tiempo muerto,  en el de la soledad, y la desidia de la comunidad. En ese sentido la fotografía logra ser otro personaje. 


Tras el fantasma de la dictadura en la cinematografía argentina


El cine argentino como su sociedad no deja de expresar su rechazo contra la barbarie de su dictadura más reciente. Constantemente en todas las expresiones artísticas y sociales se toca el tema y se mantiene vigente la memoria social. En el cine podríamos citar desde la ganadora al Óscar a mejor película extranjera La historia oficial de Luis Puenzo, pasando por el cine de Fernando Solanas y otros directores que han tocado el tema, hasta llegar a la otra ganadora del Óscar, El secreto de sus ojos. Es amplia la lista de películas que tocan este tema que es obsesivo en la producción argentina. Kóblic no es la excepción, pero esto nos demuestra que no hay temas saturados si se cuentan bien, y que no es tanto lo que se cuenta sino cómo se cuenta. Y es así que en esta cinta con el fondo de un piloto de la dictadura nos vemos conducido a un ensayo sobre el miedo, la ética, la lealtad, y sobre uno mismo.

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